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Capítulo 1

¿Cuántos años han pasado ya desde la última vez que pasé por estas calles?, creo que no lo sabes, pero yo si llevo la cuenta, ya hoy hace cinco años que no caminaba por aquí, recuerdo que la última vez te vi me preguntaste que si había dejado de escribir. Aquella vez no supe que responderte, solo sonreí por no saber que decirte, en aquel momento lo hacía de manera esporádica, cortos pensamientos que de alguna manera ya los he perdido. Me gustaría poder encontrar nuevamente alguno de aquellos escritos solo para recordar algo de mi pasado, para saber que pasaba por mi cabeza.

Veo que los años te han pasado de mala manera, perdona que te lo diga, pero, antes de que te ofendas, quiero que sepas que entiendo que estés así, no sé si pasa algo en tu vida, no sé si estás sufrido, lo único que sé es que es por este lugar, este lugar te tiene así, quizá tu vida en otro punto del mundo fuera algo mejor, esta tierra arruga tu piel esa que siempre me gustó por lo tersa que era, se ha perdido el brillo de tu cabello, ahora veo que lo tenéis corto y algo partido, tu mirada ya no es la misma, te notas cansada, hay un poco de soledad y tristeza en ella, sé que viniendo de mí estas palabras no te ofenden, esa vez que nos vimos hace cinco años creo que te dije lo contrario, es por este lugar repito, no quiero ser ave de mal augurio, pero deberías escapar, no conmigo, aunque lo puedes hacer, solo digo que debes escapar.

¿Si vez aquella casa de esquina? Es sorprendente que después de cinco años siga igual, aunque, mirando bien todas estas calles siguen iguales, como si el tiempo no hubiese pasado, todo sigue igual, todo está congelado. Me atrevería a decir que desde hace tiempo aquel árbol no ha dado fruto, y aquel perro negro azabache sigue una misma rutina, me parece que nadie lo ha reclamado como suyo, aunque su pelaje sea hermoso, creo que nadie quiere aumentar su desgracia pues sería una boca más para alimentar, pero el sigue feliz, con su rutina ya demarcada. Las calles de alrededor tiene pinta de tener un poco de avance, pero si lo miras con otros ojos siguen siendo las mismas de hace par de años, lo nuevo se ha vuelto viejo de manera rápida, sumiéndose en la misma vista de vejez que todo muestra.

Bueno, quiero contarte sobre aquella casa, has debido notar que siguen pintándola del mismo color, las puertas están siempre cerradas, las ventanas se notan rotas, nadie ingresa ni sale de ella, pero se mantiene igual, es sorprendente que los vecinos no sepan decir nada sobre ella, no saben a quién pertenece, ni mucho menos quien llega a pintarla cada cierto tiempo, está abandonada, bueno, eso parece, aunque aquí todas las casas parecen estarlo, te cuento esto solo para hacerte saber lo que realmente pasa en este lugar, todo empieza en esa casa, lo descubrí hace tiempo cuando indague sobre ella, nadie me decía nada, un día revisé unas hojas, sabes que soy curioso con todo lo que tiene letras, no debí leer aquel manuscrito, me han tildado de loco cada que lo cuento, espero que tú me creas, sabes que soy muy serio con estas cosas.

Aquel día entré a la casa cural a preparar las cosas para mi confirmación, como siempre llegué temprano, tanto que el sacerdote aún no se había desocupado de algunas cosas que tenía por hacer, aun así me hizo ingresar y esperarlo en su despacho, aquel lugar con una un escritorio de madera en gigante, que tenía sobre el algunos libros, un vaso de agua a poco tomar, un rosario sobre una biblia que tenía el título en letras plateadas, algunos recortes de periódicos y un puñado de bolígrafos, tras aquel escritorio se encontraba una biblioteca grande, tan grande cómo la pared de fondo, aunque, tenía pocos libros y muy mal organizado para mí, no había un patrón en el orden. Di un vistazo rápido a los nombres de algunos libros, la mayoría los puedo catalogar como de superación personal, sabes cuanto odio ese tipo de lectura, así que giré de inmediato mi vista, seguí recorriendo el despacho, había muchas fotografías en la otra pared alguna visitas del sacerdote a distintos lugares, había una de la que supongo que era su familia, todos en las fotos sonreían, en todas las fotos todos sonreían, excepto en una, donde se encontraban el sacerdote junto a un hombre que al igual que el llevaba túnica, pero que no sonreía, seguí mirando aquel lugar pero nada más me llamó la atención, la ventana estaba entreabierta e ingresaban pequeñas ráfagas de vientos que mantenía el lugar fresco.

Sabes que soy algo impaciente para esperar aun cuando no lo demuestre, siempre lo he sabido disimular y lo sabes, ya me estaba impacientando, no había rastro del sacerdote tras la puerta, así que decidí acercarme a la biblioteca, leyendo los títulos uno por uno e imaginando la forma de organizarlos, en ese momento estaba cómo siempre nos decía tu madre con su colección de bajilla, “mirar y no tocar”, así que organizaba los libros en mi mente, y discutía conmigo sobre qué forma sería la ideal para organizarlos, si por tamaño, si en orden alfabético, si por colores, si por temática, aunque esta última sería de la forma que estaría organizada porque todo era lo mismo, estaba yo tan concentrado en mi tarea mental de organizar aquella biblioteca cuando siento abrirse la ventana de par en par, en esa época las brisas eran algo fuertes, eso hizo que cayeran al suelo los recortes de periódicos que habían sobre el escritorio, en el momento que estoy girando a ver aquel reguero de papel sobre el suelo, me percaté que uno de los libros no encajaban con los demás.

Aquel libro de tapa azul me obligó a recoger los recortes de periódicos de manera ágil, no presté atención de que se trataban aquellos fragmentos, debían ser para alguna investigación del sacerdote, o quizás los tenga como suvenir de algunas entrevistas que haya concebido, mi mirada estaba fija en el libro, desencajaba de manera absurda, no había otro libro que fuese así, me acerqué un poco y me di cuenta de inmediato que era una libreta, por un momento me sentí decepcionado, aun así la tomé y comencé a ojearla, habían citas bíblicas por doquier, pues que puede uno esperar de la libreta de un sacerdote, habían algunas cuentas y tachones, estaba colocando la libreta nuevamente en su lugar cuando vi en el libro de al lado la fotografía del hombre con sotana de la otro foto, en esta estaba solo, con la mano derecha alzada como si se despidiese, acá sí se le dibujaba en su cara una leve sonrisa, y en su mano derecha llevaba una libreta azul cómo la que yo sostenía en mis manos.

Volteé por inercia la fotografía, y lo que leí me dejó congelado, por ese motivo te digo que este lugar te está destruyendo, en ese momento me di cuenta de que debía partir, alejarme de este lugar, por eso me fui, traté de comunicarme contigo para contarte lo que había descubierto, pero me fue imposible, además supe lo peligroso que sería contarle a alguien cuando vi la cara del sacerdote al verme con la fotografía y la libreta en mano.